©LEXATIN

Relato enviado por: Araide



No podía definir el estado en el que me encontraba cuando él dijo que siempre le hacía sentirse mal, que siempre le disgustaba con mi comportamiento y que siempre acababa recordando únicamente lo malo al final del día.

Hubo algo dentro de mí que se rompió de repente, como si millones de cristales rotos se deslizasen a través de mi tubo digestivo para acuchillar mi estómago del mismo modo que ocurriría en una película gore. Nunca me había sentido así de mal. Permanecí con la boca abierta durante un largo rato mientras el hablaba sin parar por el auricular del teléfono, contándome todo aquello que ni en millones de años hubiera podido imaginar.

Siempre había deseado lo mejor para el, e intentaba que siempre estuviera bien..... y fíjate, para nada. Deseaba colgar el teléfono con todas mis fuerzas, pero gracias a Dios no lo hice y terminé estoicamente de escuchar. Solo pronuncié un “hasta luego” antes de colgar y ponerme a llorar. Unas lágrimas gordas y ardientes, dieron paso a ojos hinchados, agua fría, y una pastilla de Lexatín, que hizo el milagro de calmarme y me ayudó a ver las cosas de otro modo.

Aquel día terminó mejor de lo que empezó. Era de esos días en los que la depresión iba llamándome por mi nombre, con una voz metálica y a la vez dulce como el algodón de azúcar desde no se que lugar de mi casa, y al final conseguí darle esquinazo. Odio el azúcar.

Mis pastillas de Lexatín son como los polvos mágicos que utilizan los magos, son como estrellas que surgen de la varita de un brujo concediendo miles de deseos, y que ralentizan mis sentidos haciendo que escuche la voz del mismísimo Dios susurrando bonitas palabras a mi oído, diciéndome que todo está bien, y lo que no lo está puede arreglarse.

Eso hizo que el día fuese diferente al que en un principio iba a ser.

Y me pregunto yo: ¿No podría tranquilizarme yo misma, sin tener que utilizar este sistema? Porque digo yo, luego estoy como gilipollas durante todo el santo día, y vale para un rato, pero no todo el tiempo, que luego cojo el coche y parece que va sobre raíles. Cualquier día tengo un “piñazo” y va a ser Dios quien me reciba, y no para susurrarme bellas palabras precisamente, si no con un tirón de orejas o un cachete de esos que dan los padres cuando te has portado mal y te dejan todos los dedos marcados en la cara, o en otro caso –casi peor-, la policía haciéndome un test de esos que te quitan hasta los puntos de la operación de apendicitis del mes pasado. Vamos, que con solo mirarme a los ojos ni test ni leches.

No, que me da miedo, pero mi Lexatín, guardadito con el resto de medicinas, cerca de los algodones, las tiritas y las pastillas de mi alergia. Son como una trampilla secreta dentro del armario que me conduce a un mundo de relax absoluto durante unas 8 horitas. ¿Qué haría yo sin ellas? Pues caer en manos de esa depresión que anda acechándome por las esquinas y que esta deseando hincarme el diente y llenarme de pegajoso algodón de azúcar. Chapapote rosa.

Y, ¿por qué estoy así?. Bueno tengo problemas como todos tenemos supongo, solo que yo soy muy frágil. Es como poner una tonelada de ladrillos encima de una bicicleta.

Si, tengo problemas de todo tipo, podría tener un desplegable igual que el de los tarjeteros, que cuando los abres caen al menos un metro hacia el suelo, lleno de tarjetas de todo tipo, y de las que al final solo utilizamos las de carburante, esas que siempre pasamos sin darnos cuenta tras repostar gasolina, mecánicamente, y que para obtener un mísero bolígrafo necesitamos 300.000 puntos. Bueno, pues como ese tarjetero es mi lista de problemas: mi vida privada, mi vida con los amigos, mi empleo, la cárcel particular que es mi cuerpo y mi mente, los recuerdos del pasado que atormentan en “surtidas” ocasiones mi cerebro, dejándose deslizar por sus recovecos tal y como utilizan los niños los tubos de Aquopolis. Se divierten, estoy segura, haciéndome nuevamente llorar, y entonces surge ese muro que los para, ese muro que intenta defenderme de ellos, pero que lo aplico a todas las cosas. A demasiadas cosas. Surge a veces sin que malos pensamientos ronden mi cerebro. Surge siempre, y ya no puedo detenerlo. Me protege y a la vez me hace ser mucho más insegura y frágil. Más cobarde.

Mírame, tengo pinta de echar a correr, de esconder mi cabeza como un avestruz ante un peligro inminente y pensar que paso desapercibida. Soy tan tonta y pasmada que hasta Clark Kent en Superman es un superdotado a mi lado. Clark Kent, no Superman naturalmente, que ya sabemos que es bastante superdotado.


Siento miedo de tener miedo, de la soledad y de la muerte ajena.
Me aterra la vida, y para el día a día necesito un flotador que me haga sentirme bien aunque esté rodeada de tiburones hambrientos. No me doy cuenta que mi flotador está lleno de aire y que solo esto me sujeta. Aire. La vida de hoy en día es peligrosa, soez y triste. Me abruma la salida del sol porque me anuncia un nuevo día lleno de peligros.

Recuerdo que hace tiempo era optimista, ahora me he convertido en una optimista con mala experiencia, o sea, una pesimista a palo seco.

Intento buscar las cosas buenas en la gente que me rodea, intento yo misma ser buena, pero me es imposible, quizá sea recíproco. Soy arisca y los demás también lo son conmigo. Me pongo a la defensiva, y soy de las que pienso que todo el mundo es idiota hasta que se demuestra lo contrario. Conmigo hacen lo mismo. Eres idiota y punto.

Me cuesta terriblemente enfadarme, pero cuando lo hago, no puedo parar. No puedo hacerlo. Soy como Hulk pintada de verde. Mi ira es terrible. La apaciguo siempre que puedo pero a veces soy como un volcán anunciando la inminente erupción.

Dios, que puedo hacer si mi Lexatín apacigua el volcán como quien pisa la colilla de un cigarro.....

Que puedo hacer para continuar viviendo?

Acudir al psicólogo, ya, es fácil decirlo, pero muy complicado contar toda mi vida a un señor con las gafas a punto de deslizársele por la nariz y que me otea desde su sofá desgastado moviendo intermitentemente su bolígrafo BIC.

Sales vacía completamente y con otro problema más añadido: ¿No me conocerá este señor y le he contado todos mis problemas con pelos y señales? El caso es que me sonaba de algo su cara….. ¿No me lo encontraré cualquier día de cañas, y se me quedará mirando inquisidoramente?


No vuelvo más.


De modo que me encuentro sola con mis problemas y mi cajita de Lexatín que siempre me llenará de buenos momentos, tranquilos y sosegados......


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©Lexatín es una marca registrada por sus propietarios.

5 comentarios:

  1. es pura realidad lo que he leido,pero creo que por un momento asi pasamos todos ,hasta que algo nos hace tomar conciencia que la vida vale mas ...y que es maravillosa para destruirla compadeciendonos o refugiandonos en pastillas...valor y fuerza!!!

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  2. Muy bueno, muy, muy bien contado. Sólo una cosilla... por favor, tened cuidado con las faltas de ortografía en una sección literaria!!!

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  3. la verdad, me ha gustado mucho lo que he leido, y me ha encantado ese simil comparativo con superman, casi rozando lo comico en lo superdotado, pero puedo decir que al leer el texto, el autor te lleva a un callejon sin salida, dando a entender el ansia de cambio que sufre la mujer, sin encontrar mas refugio que un misero bote de medicacion.

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  4. Ro, que faltas de ortografía? No he visto ninguna..... y lo digo para aprender de ellas claro.
    Gracias :)

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  5. La vida a veces se resume en cosas vanales como un bote de pastillas relajantes... a veces es complicado controlar la propia vida y uno sucumbe al ir y venir de los acontecimientos que no ayudan a dejar ese bote de pastillas.... y tu, por que fumas?

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