La historia se repite...

Relato enviado por: Dune



Se despertó sudorosa. Instintivamente, se llevó las manos a la cara y un dolor agudo terminó de despertarla. No sabía cómo había llegado hasta la cama, ni siquiera recordaba cuándo se puso el pijama. Necesitaba orinar y salió del calor de las mantas buscando a tientas las zapatillas. Se sentía mareada pero consiguió alcanzar el interruptor de la luz.
Le extrañó que toda la casa estuviera a oscuras y todo el mundo acostado. Intentó recordar mientras se dirigía al cuarto de baño. Sus ojos se acostumbraron a la penumbra justo a tiempo para evitar tropezar con el andador de su hermano en mitad del pasillo.

¡Qué alivio! - pensó mientras evacuaba la vejiga. Le dolía la cabeza terriblemente y sentía la boca como un corcho. Se limpió despacio y se acercó al lavabo dispuesta a beber largamente. Al contacto con el agua fría, su labio tembló y se rozó con la palma de la mano, lo que le causó un dolor indescriptible. Se apoyó en el lavabo y se encaramó encima de la bañera hasta poder ver su cara reflejada en el espejo del baño.


Por un momento pensó que iba a gritar, pero consiguió contenerse. El lado izquierdo de su cara ya no estaba allí; solo había una hinchazón enorme cubierta por un moratón en forma de mano y su labio se había abultado tanto que, con la costra del corte, parecía que le salía colgando de la cara. Decidió bajar a suelo firme antes de que las lágrimas no le permitieran ver el camino y regresó a la cama. Recordó la mano de su madre, aquella tarde, estrellándose contra su cara y un gran golpe en la cabeza antes de caer al suelo. Llorando en silenció, volvió a dormirse.

...

Apenas llevaban 1 año de matrimonio y ese energúmeno ya le había puesto la mano encima en varias ocasiones. Aunque nunca como aquella tarde. Se hartó de golpearle las costillas y abofetearla. No podía creer lo que veía en el espejo: su cara amoratada, los ojos hinchados y cortes en la nariz y en los labios. La escena le resultó familiar; entre mareos recordó aquella primera bofetada de su madre, con casi 4 años. Las palizas diarias que recibió durante casi 10 años, el sometimiento, la impotencia.
Tenía 35 años y, sin darse cuenta, había vuelto a las viejas costumbres adquiridas: aguantar los golpes, llorar en silencio y purgar su culpa... ¿su culpa? Más de 30 años después de aquel primer golpe y aun no sabía porqué. ¿Soy yo? -se preguntaba- ¿es culpa mía? ¿qué hago para merecerlo? O ¿qué no hago? ¿es esta la vida que me ha tocado? ¿SOY YO LA CULPABLE?


Ya no podía soportarlo más; tenía que alejarse de aquel hombre, dejar atrás todo aquello y empezar de cero. Debía creer en ella misma y no permitir que volvieran a tratarla de aquel modo. Debía huir...

Recogió unas cuantas cosas en su bolso de viaje dispuesta a alejarse para siempre de aquella casa y aquel hombre que la maltrataba. Una leve sonrisa le iluminó la cara morada mientras se colocaba las gafas de sol. Se giró y un puño se acercó a su mandíbula tan rápidamente que no pudo esquivarlo. Todo sucedió tan rápido que, al golpearse contra la mesa, murió en el acto con su leve sonrisa brillando aun en la comisura de sus labios.


9 de Mayo de 2011 - Ya van 22 víctimas por violencia de género en España...



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