UN VIAJE A NINGUNA PARTE

Relato enviado por: Araide


No quiero escribir. Es más, no me apetece escribir nada.

No existe nada que me impulse a hacerlo, salvo la hoja en blanco que me mira a través de la pantalla del ordenador como implorándome unos párrafos, unas frases, algo que la pueda hacer tener vida. Algo que incluso la haga cambiar ese aspecto mortecino, blanco, brillante, que tiene, con su boca enfadada, mirando hacia abajo igual que la de un muñeco de ventrílocuo.

Siempre me han dado miedo esos muñecos, con grandes ojos de color azul llenos de enormes pestañas pintadas, fijos en nada e intentando asemejar diversión, con ese color de piel marrón brillante y esa boca de madera partida verticalmente que solo dice palabras que no son suyas.
No, no hay nada que surja en mi cerebro como para poder complacerla. No tengo la mente tan sosegada y libre, para que mis dedos se deslicen rápidamente sobre el teclado y que pueda hacer bailar a esta hoja en blanco. No. Mis pensamientos son negros, agitados y peligrosos, tanto, que hasta a mí mismo me asusta poder plasmarlos en una hoja que, piadosa, deja que la viole con mis punzantes palabras.

Siento como palpita mi corazón, como intentando salir a través de mis costillas.

No, no puedo. Mis dedos están inertes y no consigo hacer que la musa venga a visitarme. La desprecié hace tiempo, y mi mente tiene peligrosos recovecos. ¿Para qué quieren que escriba? Quizá alguien les ha dicho que antes lo hacía...... ¿Para tenerme entretenido? ¿Qué esperan de mí?

No consigo concentrarme con esta maraña de pegajoso chapapote que son mis ideas, ni dejar un resquicio de luz, como la que las almas ven y les impulsa a seguir a través del túnel en un último viaje. Es prácticamente imposible. No, no debo dejar que surjan, es más, no debo dejarme convencer por esta hoja en blanco, que me susurra versos y frases para darle un significado a su corta existencia con una voz tenue y casi imperceptible. No sabe lo que hace.

Sé que siempre estará ahí, para mí, para todos, cuando yo quiera, pero no debo aprovecharme, aunque siempre surgirán una tras otra; iguales y a la vez tan diferentes. Me siento importante. Me dejan escribir. Hubo un tiempo en que podía escribir.
Hoy ha llovido. Sé que esto me trae recuerdos de viajes lejanos que no consigo recordar del todo, pero el olor a lluvia me acerca esos pensamientos que rozan mis sienes como leves alas de mariposa.

Hace mucho tiempo que he dejado sucumbir mis ideas al devenir de los tiempos, al día a día que hace que como un chorro de agua sin control pierda un poco más mi consciencia y vuelva al mundo de los locos como en un profundo sopor. Derrotado.

Viajes lejanos, paisajes bellos, personas encantadoras y a la vez falsas, odiosas y absurdas como una marioneta sin hilos.

Ayer cantó un pájaro muy cerca de mi cama. Era un jilguero.

A través de los barrotes veo los árboles moviéndose con la brisa del viento. Ondeando. Creo que son cipreses. Puedo estar horas contemplándolos. Parece que susurran cotilleos de la gente de diversos lugares, y que con el aire se propagan por boca de los árboles. Casi llego a entenderlos y me sonrío con tonterías que se cuentan de personas que ni siquiera conozco, dejando caer de vez en cuando alguna de sus hojas, solo para distraerme.

 Hace tanto frío aquí que me castañetean los dientes. Creo que me van a oír y no les va a gustar nada de nada. El castañeteo de mis dientes me da dolor de cabeza.

Odio las pastillas que me transportan a lugares indefinidos. Lugares llenos de hierba sin cortar y olor a caramelo. Lugares donde se oyen ruidos de violines y rosas cortadas. No hay nubes, ni sol, ni luna, ni estrellas. No sé que color es el cielo, y tampoco hay gente. Todo está vacío, me miro los pies, las piernas, las manos, y compruebo que si hay alguien allí. Yo mismo. Nadie me mira, y eso me gusta. Puedo correr, saltar, bailar –me da vergüenza-, gritar, dar volteretas como cuando era pequeño y giraba encima de mi cama antes de irme a dormir. Puedo hacer cantidad de cosas que ahora no me atrevo ni a imaginar.

Odio ese lugar que me devuelve de un manotazo a la realidad. Cruda. Cruda realidad de mí mismo.


A veces me veo como una habitación con vistas al mar. Solo soy eso. Una habitación con vistas al mar. No se valora la habitación, solo la vista.

Tengo algunas frases buenas que a la gente le gusta oír, pero no las recuerdo.

Hoy he estado llorando. Algunos días tengo algo de lucidez y recuerdo mi vida pasada. No sé por que lo hago, porque siempre acabo con los ojos rojos e hinchados. Necesito agua fría y ando escondiéndome.

Lloro porque recuerdo un poco mi vida pasada. Aquello que viví años atrás. No recuerdo el tiempo ni el lugar. Esto me evade por unos instantes de mi realidad actual y es como si me fuese de viaje durante un largo rato, sin equipaje, sin dinero, sin coche, sin preocupaciones. Lejos de este horrible lugar.

Duele, pero me reconforta saber que no siempre he sido así.

Mi vida........ si, la recuerdo como pinceladas sueltas..... en una hermosa familia. Me querían. Había besos, regalos, amor, unidad, y sobre todo tranquilidad. Una paz inmensa y sin ningún problema. Ahora estoy tremendamente preocupado y ansioso. Siempre, un día detrás de otro, uno tras otro, y más allá. Año tras año...... no hay fin, ni luz al final del túnel. No para mí. Tengo el corazón en un puño, por nada y por casi todo. Me tiemblan las manos.

Los demás sienten y piensan a veces, yo siento y pienso siempre.

Ahora pertenezco a un mundo sin sentido, a un mundo que no existe, al mundo de los locos, y quizá sea mejor así. Miro sin ver y hablo sin decir. Solo escribo cosas, que ni tú mismo entiendes, y además, no recuerdo haberlo hecho. No se como he llegado aquí, a este lugar de batas blancas, pero mi mente hizo un viaje una vez, sin retorno, y este es el final de trayecto. Nunca sabré dónde se dirigía, y los escasos recuerdos del pasado se distorsionan como la propia imagen en el espejo del agua.


Mirar atrás me asusta y mirar hacia delante me espanta. No tengo futuro y ahora que mi memoria se va perdiendo, en breve no tendré pasado.

Solo me quedan los árboles, y ellos contarán uno tras otro, hasta lugares lejanos, todo lo que está en mi mente cuando yo ya no esté, y si alguien los escucha, lo tomarán por loco.


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2 comentarios:

  1. Chicos, gracias por publicar mi relato.... espero, de veras, que os haya gustado a todos.
    Os deseo lo mejor.

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  2. Es un placer, Sonia!
    A ver si te vota mucha gente y te llevas el premio anual! ;)

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